Redacción Marlone Serrano
Con techos recolectores, cisternas de ferrocemento y técnicas tradicionales como las zanjas de infiltración, se están regenerando acuíferos y haciendo frente a la escasez hídrica. Muchas de estas iniciativas son impulsadas por organizaciones como Isla Urbana, Geocomunes o Cántaro Azul, que combinan saberes indígenas con tecnología accesible.
Expertos, gobierno y empresarios debatirán sobre éste y muchos más ejes temáticos en el Foro “Agua, Biodiversidad y Clima para México” (El ABC para México) el 3 y 4 de junio de 2025 en el Papalote Museo del Niño de la Ciudad de México.
Se analizarán en torno a proyectos de restauración de suelos con técnicas como el acolchado, la cobertura viva y los biofertilizantes están ayudando a mantener la humedad, combatir la erosión y reducir la temperatura del suelo.
Guardianes del bosque: defensa colectiva del territorio
En la Sierra Norte de Oaxaca, las comunidades zapotecas llevan más de 30 años gestionando de manera sustentable sus bosques. Con asambleas ejidales, planes de manejo comunitario y brigadas contra incendios, han logrado conservar más de 200 mil hectáreas de bosque templado, generando empleos y frenando la migración.
Estos modelos de manejo forestal comunitario han sido reconocidos por organismos internacionales como la FAO y son una de las estrategias más efectivas contra el cambio climático: los bosques no solo almacenan carbono, también regulan el clima local y protegen las fuentes de agua.
“La gente piensa que proteger el bosque es dejarlo intacto. Nosotros lo cuidamos porque vivimos de él, y queremos que nuestros hijos también puedan vivir aquí”, explica Catalina, comunera de Ixtlán de Juárez.
Energía limpia desde abajo
Aunque los megaproyectos eólicos y solares han generado conflictos por despojo de tierras en algunas regiones, otras comunidades están desarrollando modelos de energía renovable desde lo local, con participación social y control comunitario.
En la Huasteca, por ejemplo, cooperativas han instalado pequeños sistemas solares para electrificar escuelas y clínicas, reduciendo emisiones y mejorando la calidad de vida. En Michoacán y Puebla, hay proyectos piloto de biodigestores que transforman los residuos orgánicos en biogás para cocinar.
Estas tecnologías, cuando se adaptan al contexto y se respetan los derechos de los pueblos, permiten avanzar hacia una transición energética más justa y sustentable.
¿Por qué estas soluciones no están en el centro del debate climático?
A pesar de su eficacia, las soluciones verdes comunitarias siguen siendo ignoradas por muchas políticas públicas. El financiamiento climático internacional llega con trabas burocráticas, y la tecnocracia sigue apostando por soluciones de arriba hacia abajo.
“La lucha climática está llena de discursos vacíos. Pero en las comunidades rurales vemos acciones concretas todos los días”, advierte Mariana Gutiérrez, investigadora de procesos territoriales. “El problema es que las instituciones aún no entienden que sin justicia social no hay justicia climática”.
Otro futuro ya se está construyendo desde el campo
En un mundo en crisis, las comunidades rurales mexicanas están demostrando que no se necesita esperar a que los gobiernos actúen. Desde la agricultura regenerativa hasta la gestión del agua y los bosques, están creando alternativas reales, sostenibles y profundamente humanas.
Son soluciones verdes que no solo enfrentan el cambio climático, sino que construyen un modelo de vida más digno, justo y resiliente. El reto ahora es escucharlas, aprender de ellas y, sobre todo, apoyarlas sin imponerles agendas ajenas.
Porque si hay esperanza frente al colapso climático, nacerá desde las raíces de la tierra, no desde los escritorios.
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